jueves, 18 de diciembre de 2014

Regreso a casa

-¿Que harás más tarde?
- Tengo trabajo…. adiós.
Cerré la puerta despacio, como si al hacerlo me estuviera despidiendo otra vez, camine por la acera mientras pensaba en mi mentira. No tenía empleo, solo era un tipo que huía de las relaciones después de terminado el sexo. Entonces pensé: ¿Que tan miserable puedo ser?

#Evento desafortunado.
Hubo una época en la que pensé haber solucionado esto, no más un ser solitario, después de la universidad toda sería distinto, no terminaría hecho un ermitaño, al menos eso creía. He llegado a la estación del metro, no hay mucha gente, solo un indigente aparentemente dormido sobre una banca y unos cuantos estudiantes. Tengo suerte de que  mis getfons  aun funcionen, con el dinero que me queda apenas y podría comprar una lata de café.
Allí, casi acurrucado sobre la ventana del bus que me llevaría  a casa, saboreo el aire  que de vez en cuando me hace sentir vivo. Es estúpido buscar responsables sobre  mi forma de ser, y es más estúpido aun, creer que alguien tiene la culpa. Enciendo un cigarrillo. ¿Pero qué rayos estoy haciendo?  Nunca nadie me dijo que esto fuera un problema, es cierto. Nadie me lo dijo, pero me lo demostraron con sus actos. Si me alejé de la gente es porque deje de confiar en ellos, a fin de cuentas, la próxima vez que alguien te falle, la culpa no será de esa persona, la culpa será solo tuya, por pensar que podrías confiar en la gente. De inmediato saco un bolígrafo de la camisa y escribo sobre el papel corrugado de los cigarrillos, necesitare recordar esto, escribo: “jamás quise estar solo la gente me obligo a ser así.”
Pero hubo una época en la que tuve amigos. Después de la graduación Alice, Ross, Diana y  Kevin, los únicos tipos con los que una vez compartí  el protocolo de un saludo vulcano,  desaparecieron buscando su sueño, supongo que era nuestra naturaleza seguir nuestro camino solos. El sol termina por ocultarse, de inmediato busco otro cigarrillo entre  los bolsillos de mi gabardina, la caja esta vacia. -“Estoy muerto”- Murmuro.
El bus me deja a dos cuadras de la  pensión, puedo ir en busca de un garrillo o ir a casa, pero ya no me siento de humor para continuar en la calle, acelero  el paso y antes de llegar a la puerta arrojo sobre la acera la caja de cigarrillos vacía. El silencio en mi habitación es único,  no me molesto en encender las luces, no hay mucho que ver, me lanzo sobre cama y miro con desconfianza el extraño color de mi techo. Tengo un mensaje de voz en el teléfono.
-          Señor Malvado, hemos recibido su propuesto de trabajo. Tenemos mucho interés de que sea parte de nuestro equipo de redactores dentro del diario. Lo esperamos mañana a primera hora.

Miro por la ventana, no hay mucha gente, solo un indigente aparentemente dormido sobre una banca y unos cuantos estudiantes esperando el último bus de la noche.